El ex jugador más alto del baloncesto español nos da una lección de humildad, coraje y esfuerzo
En un ambiente donde todos visten con traje y corbata, o con ropa deportiva del Barça, él lleva una sudadera roja y unos pantalones marrones. Sencillo. No lleva ni reloj ni pulseras. Viste tal como da la sensación que es, una persona normal a la que no le gusta llamar la atención.
No vamos a descubrir a un jugador que lo ha ganado casi todo en el baloncesto europeo. 6 ligas ACB, 2 Copas del Rey, 1 Euroliga y 1 Copa Korac. Lo que sí hemos descubierto es el lado humano que hay detrás del jugador más alto de la historia del baloncesto español.
Sonríe tímidamente mientras se sienta en la silla. Parece nervioso. Deja su iPhone, con la foto de su sobrina de fondo, en la mesa y espera atento a la entrevista más improvisada que seguramente le han hecho nunca.
En julio de 2007 se retiró del baloncesto profesional, aunque actualmente aún sigue muy involucrado en este mundo. “Al principio es un poco chocante, ya que jugar a baloncesto es lo que he estado haciendo prácticamente toda mi vida. Llevas un ritmo de partidos, de viajes y de concentraciones: estás en una vorágine de acontecimientos en que ni siquiera puedes pensar. Cuando ves que se acerca la retirada, empiezas a pensar cómo quieres enfocar tu vida. Yo he tenido suerte porque he podido seguir ligado al baloncesto, que es lo que siempre he hecho y lo que más me gusta. Me apasiona trabajar aquí, con la gente joven del Barça. Edu –el otro Adjunto del Basket Base del Regal Barça– y yo somos los que ayudamos a que el baloncesto base funcione. Nos encargamos de la educación y de la preparación de los chavales de la cantera. Me siento un privilegiado de poder seguir aquí, en el Regal Barça”, nos explica muy implicado.
Empieza a contarnos sus experiencias, nos contesta mucho más escueto, pero sin borrar jamás esa sonrisa tímida de la cara. “Cada uno tiene una manera de ser o de actuar. A mí, una de las cosas que más me gusta es tratar de pasar lo más desapercibido posible, en general, en todas los ámbitos. Es importante hacer bien tu trabajo, pero no hace falta estar dando siempre la nota y que todo el mundo se fije en ti. Es importante hacer las cosas lo mejor posible sin hacer daño a nadie. Yo me considero una de esas personas.”
Nos explica que cuando era pequeño no se asustaba por crecer mucho, pero sí que el verse con un cuerpo al que no estaba acostumbrado le hacía sentirse un poco raro. Está sentado en la silla y la gente se gira al verlo, tal vez lo reconocen, o quizás les impresiona su altura: “Para mí es algo totalmente normal, es una situación cotidiana con la que he vivido casi siempre, es más extraño para los demás. Los que no me conocen o me ven por la calle se sorprenden. Yo he sido desde los 16 años un chaval muy grande y he convivido desde entonces con ello”, comenta con un tono serio y levemente esquivo.
En su tiempo libre le gusta hacer lo mismo que a la gente normal. Ir al cine o tomar algo con sus amigos suele ser lo más habitual, aunque confiesa que no le sobra mucho tiempo: “Los fines de semana no tengo mucho tiempo libre, es cuando los chicos tienen partidos y torneos ya que entre semana tienen que estudiar. Así que los fines de semana estoy entretenido con el baloncesto.” Nos confiesa que le apasiona el cine y tiene predilección por las películas realistas, las que están basadas en hechos reales y en las que uno se puede poner en la piel de los actores. Para desconectar también utiliza la música, “escucho todo tipo de música: pop, rock e incluso música en catalán. Creo que la única música que no me gusta es el rap”, añade entre risas.
Toda su vida gira en torno de canchas y pelotas de baloncesto, pero no parece agobiarle, más bien al contrario: “Es complicado separar el deporte de mi vida cotidiana. El deporte, y el baloncesto en particular, me encanta. No me importa convivir cada día con él. Es algo que me apasiona, con lo que no pretendo separarlo ni eliminarlo de mi vida”.
Roberto Dueñas saltó a la fama por casualidad –¿o destino?–. Un entrenador lo vio en una parada de autobús, en Fuenlabrada, y durante dos días intentó coincidir con él sin conseguirlo: justo cuando lo veía, Dueñas se montaba en el autobús. Finalmente, Miguel Ángel, que así se llama, habló con él. Así empezó su carrera en el baloncesto azulgrana.
Cuando Dueñas habla de su familia le cambia la cara. Tiene dibujada una sonrisa permanente. Aunque actualmente no tiene pareja, es un hombre muy familiar y amigo de sus amigos. No da muchos detalles de su vida privada, pero nos demuestra que se siente orgulloso de los suyos. “La familia es una parte muy importante, al final son los que te educan hasta que te vas de casa o te haces mayor. Te forman como persona y esa es la educación más importante”.
Nos revela que fue duro venir a Barcelona solo con 17 años, pero que no se arrepiente. “Me siento mucho más identificado con Barcelona que con Fuenlabrada. Vine muy joven y mis amigos y mi vida están aquí. Es una ciudad que me encanta y espero vivir en esta ciudad muchos años”. Añade que todavía conserva amistades del colegio en Fuenlabrada, aunque evidentemente sus mejores amigos están en la ciudad condal.
La vida de un deportista puede ser muy satisfactoria aunque también hay que privarse de muchas cosas, situación complicada para un adolescente. “Es como todo, hay un momento en que te das cuenta de que la vida son prioridades. Sabes que tienes que sacrificarte por un objetivo, y que a cambio obtendrás experiencias de mucho más valor. Estas experiencias, sobre todo como jugador profesional de baloncesto, no las cambio por nada. Es evidente que sacrificas cosas, los jóvenes de 17 años salen por la noche con sus amigos, se van de fiesta… nosotros no lo podíamos hacer tanto, aunque también lo hacíamos en menor medida. En cambio, hay cosas que la gente joven no ha podido vivir y yo sí: sacrificas cosas a cambio de otras, al final son prioridades”.
No esperábamos una respuesta tan profunda. Es un hombre inteligente y con las ideas muy claras. Tal vez todo esto lo haya conseguido con el paso del tiempo y la experiencia. Es una persona que tiene mucho que decir y que enseñar, pero el no querer llamar la atención le frena.
“Dar consejos nunca me ha gustado. Es importante escuchar a todo el mundo y aprender algo de cada persona. Yo más que consejos, tengo principios. Lo más importante para mí es esforzarse. Es una palabra que siempre me ha gustado, esfuerzo y trabajo. Conceptos que hoy en día se están perdiendo y que son muy importantes. A los jóvenes se les debería inculcar el esfuerzo y el sacrificio, dos valores muy importantes que no son sencillos llevarlos a cabo. Las personas que poseen estas cualidades tienen mucho ganado”.
A pesar de su imagen y de todo lo que ha conseguido en el mundo del deporte, Roberto Dueñas es una persona sencilla, inteligente y, sobre todo, un hombre humilde con las ideas muy claras. “Lo que más valoro de mi día a día es tener la posibilidad de hacer lo que me gusta, que en los tiempos que corren, no es nada fácil. Yo trabajo y me divierto a la vez. Mi objetivo, al fin y al cabo, es tratar de ser feliz en la vida, que creo que es lo mismo que buscamos todos.”
Roberto Dueñas puede presumir de tener un pasado brillante y una trayectoria deportiva espectacular. Fue uno de los pívots más determinantes del baloncesto europeo y un jugador clave tanto en el F.C. Barcelona, como en la selección española. Su retirada del baloncesto fue un homenaje en toda regla. “No tengo ni idea de qué estaré haciendo dentro de diez años. Desde que empecé en el baloncesto no pienso en el futuro. No me gusta pensar qué pasará, hay que intentar vivir el día a día, el momento y el presente. Intentar ir solucionando los problemas que vayan surgiendo. Puedes pensar en lo que va a ocurrir dentro de dos años, pero yo creo que no tiene mucho sentido. Nunca sabes qué puede pasar mañana, así que intentar adelantarte a investigar algo que vaya a pasar es absurdo. Hay que esperar a que vayan sucediendo las cosas y después ir haciendo”.
Sus respuestas son espontáneas a la vez que sorprendentes. Roberto Dueñas es un hombre que no deja indiferente a la gente que lo rodea y eso se nota. En sus 2 metros y 21 centímetros se concentran –en grandes dosis– humildad, sencillez y amor por los suyos. El jugador se muestra, por fin, tranquilo, y se despide de nosotros con un “ya nos veremos, ¿no?”, acompañado de una gran sonrisa.
Es la humildad de un grande, como persona y profesional, a quien no se le subiero los humos del triunfo.
ResponderEliminarEnvidio a quienes tienen la oportunidad de conocerlo y tratar con El.
Una virtud que pocos Dueñas tienen.